Sobre la negativa de Vox a condenar el franquismo.


Hace unos días, Vox, partido que no requiere ya una presentación, presentó una proposición de ley para derogar la Ley de Memoria Histórica de 2007, a la cual la formación verde tacha de “liberticida” y de “ataque directo a la libertad ideológica individual” debido a que “busca señalar buenos y malos en la Historia de España”, y que, según ellos, pretende “ir liquidando paulatinamente el régimen constitucional”. En una rueda de prensa, Iván Espinosa de los Monteros y Simón Joaquín Robles dijeron dos cosas, entre muchas más, que me gustaría resaltar. La primera, que “la Historia es la que es, y no se puede cambiar al gusto ideológico de cada uno”. Como estudiante de Historia que soy, me alegra mucho escuchar eso de un político. Eso sí, espero que los propios miembros de Vox, conocidos por su politización y, en muchos casos, manipulación y exageración de la Historia de nuestro país, se apliquen el cuento. La segunda, es que se negaron a condenar el franquismo porque su partido “no hace juicios históricos” y “no condena ni el Bienio Progresista, ni el turnismo, ni las revoluciones del 31 y del 34, ni la Guerra Civil ni el franquismo”. Eso sí, en la misma rueda de prensa, hicieron un juicio histórico de la “historia antidemocrática” del PSOE, responsabilizándolo de “asesinatos de líderes de la derecha, y de las barbaridades de la revolución del 34”. En resumidas cuentas, no condenan el franquismo porque dicen que ellos no juzgan la Historia. Bien, como estudiante de Historia que ya he dicho que soy, discrepo. Y ahora os explicaré por qué.
En primer lugar, imaginemos que en Alemania un partido se niega a rechazar el nazismo porque no condenan el resto de su Historia. Sería un escándalo, ¿verdad? Pues se ve que aquí es lícito hacerlo. Igual que en Alemania y en Italia los partidos democráticos rechazan a Hitler y a Mussolini respectivamente, no debería aceptarse que un partido con el que se ha pactado para alcanzar el poder en Ayuntamientos y Parlamentos Autonómicos se niegue a rechazar y condenar el régimen de Franco, un régimen que acabó con la democracia a través de un golpe de Estado contra un gobierno elegido en las urnas y que provocó una cruenta Guerra Civil que arrasó España (y que los aliados de Franco, los ya mencionados Hitler y Mussolini, aprovecharon como campo de pruebas para la posterior Segunda Guerra Mundial). No condenar el franquismo es algo hipócrita para un partido que afirma ser demócrata.
En segundo lugar, uno podría preguntarse por qué sí se condena el franquismo abiertamente y no, por ejemplo, el reinado de Fernando VII. El argumento que propone Vox es simplemente el de no tocar la Historia y que cada uno la interprete libremente (error decir que cada uno debe interpretarla libremente, eso es tarea de historiadores, no de un cuñado borracho que no sabe de Historia más que el nombre del Cid y de los Reyes Católicos), pese a que luego son ellos los primeros en tocarla y retorcerla hablando de Reconquistas y Pelayos. Bien, podría considerarse válido el no condenar la Historia porque sería otra forma más de politización y tergiversación, algo así como una damnatio memoriae romana de los tiempos presentes. Pero, si fuera lícito condenar la Historia, ¿hasta qué momento exacto del pasado es correcto condenarla? ¿Cuándo queda ya exagerado y extremo condenar un hecho histórico? Pues, desde mi punto de vista, es simple: mientras siga viviendo gente que vivió tal hecho o etapa histórica, y mientras su influencia siga siendo reciente y muy directa, es lícito hacerlo. Y el franquismo sigue cumpliendo esas dos condiciones: sigue viva la generación que nació antes del franquismo, la que nació en plena posguerra, los que nacieron en pleno franquismo y los hijos y nietos de estas generaciones. Muchos de los que sufrieron el franquismo siguen vivos, es más, muchos miembros y votantes de Vox nacieron durante el franquismo; y sigue siendo influyente en la política y la sociedad actual ya que, como apunta el propio partido en la misma rueda de prensa, somos herederos del franquismo. Nuestra democracia es heredera del franquismo, y nos guste o no es así por desgracia. Una democracia madura (si podemos llamarla así, que eso es otro tema) debe unirse en el rechazo al franquismo, a la muerte de la democracia. En doscientos años no será necesario condenarlo, al igual que los partidos franceses no dan ruedas de prensa hablando sobre si condenan a Napoleón o no. Pero de momento, cuarenta y tantos años después, y con tantas personas que sufrieron el franquismo aún vivas, sigue siendo necesario condenar el franquismo y rechazar la ideología fascista con la que nació el régimen. Y que un partido con representación parlamentaria se niegue a rechazarlo no puede ser sano para una democracia tan imperfecta como la nuestra.

Un par de enlaces con la noticia de la que hablo: 

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